Todavía me quieres.
—Con todo lo mal que usted me ha tratado.
—Yo nunca te he tratado mal, Irene.
—No me habla, pasa a mi lado y no me ve, no me saluda, es como si yo no existiera. ¿Usted cree que yo no siento, que a mí no me duelen sus desplantes?
—Intento alejarme de ti, olvidar lo que pasó, dejarte libre para que hagas tu vida aparte, sin mí.
—Y lo que hace es herirme, castigarme, hacerme llorar.
—Con todo lo que yo te quiero...
Irene hace a un lado las cobijas y sus muslos resplandecen con la poca luz que entra por la ventana desde la calle. Sus caderas abiertas, rotundas, sugieren unas curvas femeninas en la plenitud de sus encantos.
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