Un día no muy agradable la verdad, me encontraba departiendo clases en la Universidad cuando por la puerta principal se cruzo un hombre ya adulto, podría decir que un abuelo, el cual con solo observarlo te infunde un gran respeto.
Un caballero de aspecto bohemio, con una camisa manga larga y encorbatado, un pantalón con unas tirantas que colgaban de sus hombros y una cartera donde posiblemente contenía su material de trabajo. Pues no estaba lejos de ganarse una gran admiración por parte de todos. Así que pasado unos minutos, luego de la presentación colectiva y demás actividades de interacción, saco de aquella cartuchera misteriosa unos marcadores para comenzar a dar su magistral clase.
Comenzó a dibujar en el pizarrón un gran reloj, el cual por nombre se le conocería en aquel entonces como el reloj filosófico. Sin duda, era increíble ver plasmado en cada numeral una analogía de cada concepto para dar por concluido el paso a la siguiente hora, el cual contenía dentro de si, todo lo relacionado con el tema.
Mi cerebro estalló, la admiración creció desaforadamente, comencé a obsecionarme por los libros, y la lectura. Quería comprender desde lo más crítico, todo lo relacionado con algún concepto.
Inicie mi travesía donde muchos comenzaron a tildarme de loco, la obsesión me llevo más allá de lo que podían pensar mis compañeros de clase. Dormía menos de tres horas, para no decir que no dormía.
Mis ojeras comenzaron a notarse, mi comportamiento era poco comprensivo y mi personalidad comenzó a condicionarse cada vez más. Refutaba todo lo que estuviese a mi paso, cada situación, cada dialogo, cada charla, siempre tenía algo para decir, pues desde ese mismo momento las barreras comenzaron a notarse.
De ésta manera, mi habito se fue expandiendo hasta haber encontrado en la soledad, el mejor refugio para encontrar lo que tanto abnegaba.
Fue allí donde descubrí que todo se lo debo aquel profesor que sin nombrar, puedo decir con toda sinceridad, qué gusto haber pertenecido en sus horas de cátedra.
Sé que no le queda mucho tiempo, tampoco intento hacer creer que se va a morir pronto, simplemente nadie más que nosotros, los que compartíamos clase con él, comprendemos el significado de tener un gran maestro.
Tal vez como discípulo suyo, me cueste creer que la vida solo es un parpadeo comparado con la eternidad. Pero comprendí también que solo necesitas unos cuantos minutos de vida para dejar un legado en alguien que te recordará con eco y admiración.
Eres todo un Merlí: maestro.
Comments