Un día escuché entre gritos y flexiones de pecho una frase que me marco la existencia misma. Aquella frase aclamada era: "Un día más, no es más que un día menos", sin duda, cuestioné de primera mano su estúpida frase.
El tiempo es un concepto de medición, el cual encaja dentro del patrón de existencialismo qué nuestro cerebro enlaza para guardar la información.
Para qué la muerte exista, tiene que existir un síntoma de vida, y es por eso que intento aprovecharla al máximo. El reloj avanza y la perfección comienza a obtener arrugas, los abuelos que por nombre te dieron de niño: la joyita, empiezan a tener signos de enfermedad y decadencia.
Los días se vuelven cada vez más densos y no puedes comprender que la vida solo es un parpadeo comparado con la eternidad. Tratas de lidiar con la situación pero los minutos no paran de avanzar, el pesimismo y la cruda realidad te pegan un fuerte bofetón, en conclusión, es allí cuando entiendes que es parte de la vida y de experiencias adquiridas.
Cada vez te empieza a costar más y más el cuestionar todo lo que te está ocurriendo en el entorno, te cuesta creer qué mañana será otro día y posiblemente alguno de los suyos ya no esté. El estado mental comienza a nublarte por completo, las frases motivacionales son solo frases vagas, efímeras y sin especular, son forer. El sin sentido te deja amargo, empiezas a tonarse frió desde el último momento,y es allí donde el insomnio se vuelve tu mejor amigo.
Pero bueno, intento prepararme para no sufrir luego, no quiero que la tristeza me invada y me deje en un estado el cual sea difícil salir, no quiero tomarme por sorpresa la muerte o incluso la de alguno de mi núcleo familiar o social, Quizás un día más, no es más que un día menos y sí, esa es la salida de todo esto. Comprender que somos fugaces, es comprender que somos la nada en el cosmos. Así que dejaré una marca como prueba de mi paso por está existencia.
Autor: Franklin Sayago 31/01/2020
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